dijous, 14 de setembre del 2023

Los retos de la planificación forestal, tras millones de hectáreas protegidas desde 1961

Por Ferran Dalmau – Rovira, Director de la ingeniería ambiental
Medi XXI GSA


Escriben los señores Prieto del Campo, y Castroviejo Bolívar (ambos biólogos) publicada el día 02/09/2023 una tribuna titulada “El desastre de la planificación forestal, tras 8,6 millones de hectáreas quemadas desde 1961”. Ante tal afirmación, como profesional, pero también como persona cansada de la falta de rigor en ciertos estamentos “científicos” o “académicos”, me gustaría aportar una serie de datos que permitan a quiénes tengan interés en entender mejor la compleja problemática de los incendios forestales, hacerlo.

Para empezar, el titular de los señores Prieto y Castroviejo es, cuanto menos, inexacto. Para sustentar esta afirmación, es necesario aportar diferentes referencias. La primera del Ministerio de Transición Ecológica y de la Agencia Estatal de Meteorología: en España hay ahora menos incendios forestales (en número de siniestros) de los que había en los años 60, a pesar de que ahora hay más días de riesgo (desde los años 80 del siglo XX, se han alargado 10 días por década los veranos) y más combustible acumulado en los montes.

En la década de los 60 la media en cuanto a número de incendios estaba en los 1.800 al año. La media en cuanto a superficie quemada estaba en el entorno de las 52.000 hectáreas/año. Esto da una ratio de 29 hectáreas por incendio. Aún quedaba vida rural hace 70 años. La superficie forestal en el año 70 era de unos 25 millones de hectáreas según la Sociedad Española de Ciencias Forestales. En 1940, tras la Guerra Civil, España alcanzó el nivel de menor superficie forestal de su historia con 24 millones de hectáreas, lo que suponía 8 millones menos que en 1860. Este dato será relevante un poco más adelante. En la década de los 70, la media de incendios al año ya subió a 4.500 fuegos, y la de superficie media afectada al año se fue a las 171.000 hectáreas. Eso son 3 veces más que la década anterior. Esto supone una ratio de 38 hectáreas por incendio. Ya había empezado el éxodo rural a las zonas urbanas.

En los 80, la media de incendios al año llegó a los 10.000 incendios al año, y la superficie media afectada cada año llegó a las 239.000 hectáreas. Cada incendio quemaba de media 24 hectáreas. El año 85 se quemaron 486.328 hectáreas. El récord de la serie. Pero pese a ello, y a pesar de que la cantidad de incendios se había duplicado respecto a la década anterior, la apuesta por la extinción de incendios forestales empezaba a funcionar. En los 90 se volvió a duplicar. La media anual superaba los 19.000 incendios. Pero la media de superficie quemada empezó a bajar. En esa década la media anual era de 159.000 hectáreas. La ratio bajó a 8,5 hectáreas por incendio. Se había consolidad un potente modelo de extinción de incendios. Más bomberos forestales, más aviones, más helicópteros, más camiones… y comenzó a prepararse lo que se conoce como la paradoja de la extinción. Cuanto mejor es un sistema apagando incendios forestales, más grandes incendios forestales prepara. Parece un contrasentido, pero es sencillo de explicar. En un ecosistema Mediterráneo los incendios forestales oscilan entre dos extremos:

  • Fuegos frecuentes y por tanto poco intensos (los de los años 60)
  • Fuegos poco frecuentes y por tanto más intensos (escenario actual)

A todo esto, cabe recordar que cada año los veranos iban siendo más largos, y más cálidos, incrementando el periodo de alto riesgo. Pero, conviene acabar la serie que los señores Prieto y Castroviejo parecen no haber tenido en cuenta. En la primera década del siglo XXI se alcanzó la cifra media de 19.500 al año. Y la superficie media afectada cada año, a pesar de haber más siniestros, siguió bajando. Concretamente a 114.000 hectáreas/año. La ratio bajó a 5,8 hectáreas por incendio. Había una capacidad de extinción sin parangón. En la década de los 10, la media anual fue de 11.341 fuegos por año. Y la superficie media de 96.592,57 hectáreas. La ratio fue de 8,5 hectáreas/incendio.  Conviene también aclarar que la mayor parte de los incendios forestales cada año son conatos (menos de una hectárea). 

Número de incendios forestales y conatos entre 2012 y 2022. Fuente: MITECO


Superficie afectada por incendios forestales entre 2012 y 2022. Fuente: MITECO



El ejemplo escogido por los autores Prieto y Castroviejo sirve para ilustrarlo: en 2022 hubo 10.507 incendios forestales de los que 7.194 fueron conatos. Y se quemaron 267.694,89 hectáreas. La ratio fue de 25,47 hectáreas por siniestro. Pero si se analiza en detalle, se observa que hubo 57 Grande Incendios Forestales (sólo 57 de 10.507 se hicieron grandes) que suponen un 0,54% del total. Sin embargo, esos pocos incendios quemaron el 80,78% de la superficie total. La ratio de estos GIF es de 4.696,4 hectáreas por incendio. Esto permite entender mejor el orden de magnitud viendo la serie histórica.

Masa forestal sin gestión ni proyecto de ordenación con gran acumulación de combustible. y por tanto con gran riesgo de arder en alta intensidad. Masa anti-natural por falta de fuego natural y herbívoros.
Fuente: Medi XXI GSA

Pues bien, cada conato apagado, son hectáreas salvadas. Pero parece que eso a los señores Prieto y Castroviejo les tiene sin cuidado. Por resumir las claves de lo que se necesita para conseguir una mejor planificación forestal: A pesar de tener ahora más superficie forestal que en los años 60. Sí sí, en España hay ahora más superficie forestal que en los años 60 a pesar de lo 8,6 millones de hectáreas que se han quemado. Concretamente 28 millones de hectáreas de suelo forestal. Y también más bosques. Y más árboles ¿Cómo es posible?

Es como si para explicar lo buena o lo mala que ha sido la política de planificación y conservación de la población de lince en España, o en la Estación Biológica de Doñana, alguien afirmara “El desastre de la conservación del lince, tras haberse reducido su población de entre 1960 y 2000 de 6.000 ejemplares a menos de 100”. ¿Verdad que dicho así parecería un auténtico desastre? Pero la realidad es otra. Sí, el lince estuvo muy al límite. Pero gracias a la planificación, la ejecución de esos planes y la dotación de recursos, eso ha cambiado.

Según los datos del censo del lince de 2021, del Ministerio, se registraron 12 núcleos poblacionales de linces en España con 1.156 individuos totales. Si consideramos que a principios de siglo quedaban 94, hay que felicitar a las personas y organizaciones que lo han logrado. Con los árboles pasa un poco lo mismo. Hemos pasado de 657 árboles por hectárea en 1975 a 983 árboles por hectárea en 2016… Todo el mundo puede imaginar lo que eso supone en cuanto al riesgo de incendios forestales, y en cuanto a la intercepción de lluvias y la reducción de caudales en las cuencas hidrográficas (hasta el 59% de reducción) según el trabajo del Grupo de Investigación de Modelación Hidrológica y Ambiental (GIMHA), pertenecientes ambos al Instituto de Ingeniería del Agua y Medio Ambiente, la Universitat Politècnica de València. ¿Pero si el paralelismo con la planificación forestal y la política de incendios forestales es equivalente, por qué los autores han escogido un titular que además de injusto para las personas que trabajamos en el ámbito de la planificación (y la ejecución) de esos planes forestales, no es cierto?  

Afirman también que hay (sic) “muy pocos expertos en prevención y detección” de incendios forestales. Y hablan de ineptitud. Esto es, directamente, falaz. Desconocen, es evidente, que mucha de la gente que apaga incendios forestales cuando no está en combate, trabaja en prevención. Menos de la tocaría, por cierto.

Para sustentar esta afirmación, algunos ejemplos: El primero, las quemas prescritas en Gran Canaria combinados con ganadería extensiva. Este año han salvado miles de hectáreas en el incendio de Tejeda. Y ya lo habían hecho en 2017.

Zonas salvadas por el uso de las quemas prescritas en Gran Canaria.
Fuente: Cabildo de Gran Canaria.

 

El segundo: ¿Sabían ustedes que la infraestructura de prevención de incendios forestales más grande de Europa está en España y ha sido desarrollada 100% por técnicos de aquí y financiada por la Comisión Europea? ¿Sabían que este tipo de iniciativas ha sido reconocido con el certificado de “Best Practice” por la Organización de Naciones Unidas e incluida en el catálogo de buenas prácticas para un futuro más sostenible?  ¿Sabían que se acaba de conseguir un Horizon para seguir avanzando en esta línea contra el cambio climático y los incendios forestales? Es evidente que no. Se han cortado árboles en un parque natural (OMG), desbrozado e instalado elementos de defensa activa. El retorno de esa inversión es de 31 millones de euros. Lo dice el Grupo de Economía del Agua de la Universitat de València. Afirmar que hay muy pocos expertos y que hay ineptitud sólo demuestra una cosa. Y no precisamente de los técnicos, ingenieros, licenciados, masters, diplomados… que se dedican a la prevención de incendios forestales en este país. Las generalizaciones suelen ser injustas por definición. Y la suya además de injusta, es falsa. El problema es otro.

Trabajos de prevención de incendios forestales en el parque natural del Turia.
Fuente: proyecto GUARDIAN - Medi XXI GSA


Y para desarrollarlo, aquí va una tercera referencia relevante. Concretamente del colectivo ecologista Greenpeace, poco sospechoso de “oscuros intereses” sobre la planificación forestal. Y hay que decirlo: riguroso en el proceso de documentación de sus informes de incendios forestales. Todos los datos, sustentados con fuentes oficiales (o criticando la falta de datos oficiales… claro).
En 2018, la organización ecologista Greenpeace publicó el informe llamado “Protege tu casa, protege el bosque” sobre el estado de la planificación en materia de incendios forestales en España. El resultado era claro: el 80% de los municipios en áreas de alto riesgo no disponía de los planes necesarios. ¿Es posible que el problema no sea de planificación, si no de falta de planificación? Dejemos a las personas que lo lean la capacidad de responder a esa pregunta. Pero hay más. En 2020, nuevamente el colectivo ecologista publicó un informe sobre incendios forestales poniendo el foco en este caso en el abandono rural. De hecho, lo titularon “Incendios Forestales: proteger los pueblos ante la emergencia climática” y ponía el foco en la relación entre el abandono de las áreas rurales y la evolución de los incendios forestales. Y en 2023 se han preguntado cómo había evolucionado la situación tras 5 años del informe de planificación. Han puesto el foco en los Grandes Incendios Forestales (GIF) que son los que queman más de 500 hectáreas. El Informe publicado en agosto de 2023 con el título “Grandes Incendios Forestales. Ante incendios de alta intensidad, la gestión forestal es urgente” lo deja claro ya en el título.

Portada del informe de incendios forestales de Greenpeace en 2023. Fuente: Greenpeace


¿Tiene España un problema de planificación forestal? Sí. Pero no el que ustedes describen desde el desconocimiento profundo (porque otra alternativa de su motivación sería peor). Sólo el 54,8% de los montes españoles tiene un plan de ordenación. Significa que tenemos millones de hectáreas sin una planificación vigente. Y eso sí contribuye a que ardan.

De hecho, la exclusión del fuego forestal natural, de la herbivoría y de las actividades del sector primario unidas al éxito de las políticas de extinción de incendios forestales están en la base del problema. Los Instrumentos Técnicos de Gestión Forestal son la herramienta para la planificación. Pasan procesos de evaluación ambiental, y se les aplica la legislación ambiental vigente. Que a ustedes no les guste, o no les parezca bien, no cambia el hecho de que los planes de ordenación de montes y el resto de instrumentos de gestión son elaborados y aprobados por técnicos competentes en la materia. Ustedes de hecho no lo son. Por eso no los pueden firmar.

Pueden tener sus propias opiniones, pero no sus propios hechos. Y hay un hecho: las figuras administrativas de protección no sirven para mucho si no hay gestión. En 2022, año al que ustedes se refieren, el 50% de la superficie quemada en la última ola de incendios en Europa estaba “protegida”.  Lo dicen el JRC y personas que investigan desde la Universitat de Lleida. 

Por eso nos hace falta más y mejor planificación forestal. Y ejecutarla sin que cada árbol que se corta suponga una traba. Adaptada a cada espacio, por supuesto que sí. Pero se requiere un proceso sencillo: planificar, dotar de presupuesto, y ejecutar la planificación. Es la única manera. Sobre la afirmación de que la meteorología no guarda relación directa con la superficie afectada por el fuego, vuelve a mostrar desconocimiento de la fenología, y de las tormentas. Este año, a diferencia del anterior, ha habido menos tormentas secas. A ver si creen que la gente que nos dedicamos a los incendios forestales pasamos los veranos que pasamos con el culo en alto por gusto (perdón por la expresión).

Finalmente, y para acabar: estoy convencido de que nos preocupa lo mismo. No queremos que nuestros montes ardan. Y en pedir responsabilidades. Totalmente de acuerdo. A la Administración, a los responsables políticos, a los propietarios de terrenos forestales, a la ciudadanía en general para que reduzca el número de igniciones… Pero pidámoslas también a todas las personas que ayudan a que la planificación sea tan complicada, por favor. Como planificador y gestor les puedo aportar decenas de ejemplos concretos.

Área Estratégica de Gestión Forestal planificada y ejecutada que sirvió para reducir
en muchas hectáreas el potencial del #IFTejeda2017.  Fuente: Unidades BRIF MITECO y Cabildo de Gran Canaria


Esto incluye a gente que opina desde la cómoda posición de no tener que asumir ninguna responsabilidad, poniendo trabas y generando estados de opinión contra la gestión forestal y a responsables entre los técnicos de gestión de espacios naturales que en ocasiones lo son también del bloqueo a la gestión basado en una defensa (ineficaz a todas luces) de la biodiversidad. Vaya por delante mi respeto más escrupuloso a quienes no caen en estas prácticas y prestan un valiosísimo servicio público.

Pero es que los que bloquean no juegan al mismo juego que jugamos otros técnicos. Un aspecto importante: como ingeniero, cuando se firma un proyecto de prevención de incendios o de gestión forestal, un plan de operaciones, un plan de quema prescrita, un informe… se asume la responsabilidad desde el punto de vista administrativo y penal. Cuando un técnico de un parque hace un informe que bloquea una actuación, no es responsable de las consecuencias de ese bloqueo. Y eso no debería de ser así, porque las palabras puestas por escrito deben tener consecuencias. O deberían tenerlas.

Existen consensos, como la declaración contra los Grandes Incendios Forestales que ha promovido la Fundación Pau Costa de la que formo parte con otros grandes profesionales de la prevención de incendios y la gestión forestal de este país. Se necesitan 1.000 millones de euros al año para prevención. Gestionar al menos el 1% del territorio (tardaremos 100 años en gestionarlo todo… imaginen si va para largo), y conseguir que la Interfaz Urbano Forestal pase de ser una amenaza a ser una oportunidad para evitar escenarios como el de Hawaii. Les animo a que se adhieran. Estaría bien menos chascarrillo, menos meter el dedo en el ojo,... porque se supone que nos preocupa lo mismo, aunque nos preocupe desde matices diferentes. En lo esencial estoy convencido de que estamos de acuerdo. 

Bosque gestionado a partir de las directrices determinadas en la planificación forestal. Fuente: Medi XXI GSA


Será un placer encontrar esos puntos de encuentro necesarios. Pero quede clara una cosa: Si alguien bloquea una actuación (una clara en una masa forestal y un desbroce, o una quema prescrita de invierno en baja intensidad) y eso genera consecuencias (un incendio forestal fuera de capacidad de extinción), también debería asumir su responsabilidad 
¿No les parece?

En cualquier caso, desde estas humildes líneas digitales, vaya por delante el reconocimiento a todas esas personas que cada día con su trabajo de planificación y gestión, de extinción de incendios forestales, han conseguido que nuestra masa forestal sea cada día mayor. 

Dijo un sabio que "hace más ruido un árbol que cae, que un bosque que crece".

Hay quien por sistema escoge ser ruido. Algunas personas preferimos ser bosque.

¿Qué prefieren ser ustedes?



NOTA: Pese a diversos intentos de publicar este artículo en el diario Público, no se ha recibido ninguna respuesta a las comunicaciones remitidas. Por ello se ha escogido esta vía.



10 comentaris:

  1. Gràcies Ferran per posar paraules al que moltes i molts pensem. Llum en la ignorància!

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    1. Moltes gràcies Empar =) farem tant com podrem i tant com ens deixen... una abraçada

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  2. De los GIF del 22, sólo los dos de la culebra, abrasaron 58.000has

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    1. Sí, por desgracia pocos incidentes se comen buena parte de la superficie. Esto demuestra que la causa de la ignición, siendo importante (en ese caso por rayo), es menos relevante que la causa de la propagación y el mantenimiento del fuego fuera de capacidad de extinción. De ahí la necesidad de gestión

      Gracias por leerlo

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    2. gracias a ti, por instruirnos... y por darle un repasico a los biólogos (en la Escuela los odiábamos, jajajaja... ahora ya, no...
      eh?)

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    3. Yo nunca los he odiado. De hecho trabajo con ell@s. Y de hecho quería estudiar biología... pero me pudo la ingeniería. Saludos

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  3. Gran artículo Ferran, muy claro y que representa lo que está sucediendo en muchos bosques plantados...........

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    1. Muchas gracias. Quedan pocos bosques que no sean plantados o fruto del abandono de la actividad rural... Gracias por leerlo

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