¿Volver
a la normalidad?
Ingeniero Forestal. Técnico de Emergencias y Protección Civil.
Director de una micropyme con 14 empleados.
Director de una micropyme con 14 empleados.
Carcaixent, València. 02 de abril de 2020
Estimad@s
conciudadan@s:
Tenemos
problemas. Es evidente. Jamás en la historia reciente de la Humanidad habíamos
estado ante una situación como la actual. Y no exagero. Jamás antes de ahora
habíamos sido más de 7.000 millones de personas en el vecindario (el Mundo,
vamos). Jamás antes de ahora habíamos contaminado tanto ni consumido tantos
recursos naturales, energía… como en los últimos 150 – 200 años (desde la
revolución industrial). Jamás habíamos viajado tanto. Y lo más peligroso: jamás
habíamos sido tan urbanitas. Y eso, todo junto, nos ha hecho mucho más
vulnerables. De hecho, nuestra vulnerabilidad ha evolucionado a peor exactamente
al mismo ritmo que se han ido distanciando la sociedad, la lógica y la
naturaleza. De las formas de vida de nuestros ancestros que se apañaban con
mucho menos que nosotros, hasta el extremo de la miseria en muchos casos, se ha
pasado a una sociedad (al menos parte de ella) opulenta sin sentido, ilógica,
inconsciente, ignorante del entorno que la rodea y de la realidad más allá de
su falsa sensación urbana de seguridad. En el sentido negativo, seremos
recordados por palabras como “basuraleza” o “antropoceno”. Sí, sí, la capa de residuos que dejaremos
será evidente a escala geológica… es así de triste. Y es que en la medida en la
que la especie humana ha modificado su forma de relación entre sus componentes
y con el medio natural, el riesgo ha ido ganando terreno. Y, mire usted por
donde, ha tenido que venir un “insignificante” patógeno microscópico para
demostrarlo. Ha dado igual que muchas personas lo hubieran advertido antes. La
forma en la que “lo urbano” se ha desentendido de “lo natural” desemboca en crisis
como la que estamos viviendo. Pero vendrán más.
Elaboración propia y adaptación
del aforismo: “Los tiempos difíciles forjan hombres fuertes, los hombres
fuertes crean buenos tiempos, los buenos tiempos crean hombres débiles, los
hombres débiles crean tiempos difíciles” del fundador de Dubai Sheik Rashid Bin
Saeed Al Maktoum
Así
que sí, honremos a nuestros muertos. Las cifras son dramáticas. Pero, no nos
equivoquemos. Tenemos retos importantes por delante. La crisis sanitaria es el
síntoma de una enfermedad mucho más grave que tiene que ver con el modelo
social y económico que hemos adoptado, de producción y de consumo insostenible,
con una gestión del territorio y de las ciudades que no tiene en cuenta los
riesgos, con relaciones interpersonales y laborales de “usar y tirar”, con el
individualismo que nos ha hecho débiles... Y es que, si nos equivocamos otra
vez, el esfuerzo que estamos haciendo como sociedad, en vidas humanas, con el
parón de la actividad, el confinamiento, el endeudamiento… no dejará de ser un
cuidado paliativo. Durísimo. Pero no una cura. Si la sociedad en su conjunto,
en un escenario como el actual, no entiende y atiende al hecho de que los problemas
complejos (como el de una emergencia sanitaria, o el reto de la despoblación, o
la falta de sostenibilidad…) no aceptan soluciones simples ni simplistas, y que
junt@s somos más fuertes, seguiremos haciendo preguntas equivocadas para seguir
aplicando respuestas erróneas. La crisis sanitaria es la consecuencia de una
serie de decisiones y actos que hemos consumado como sociedad. ¿Qué actos?
Muchos. Volvernos urbanos, cómodos, y ciertamente insolidarios e irresponsables,
entre otros. Urbanos porque el 80% de la población en España ya es urbana,
mientras la amenaza
de la extinción demográfica afecta, en mayor o menor grado, a más de 4.000
municipios de los que, 1.286 subsisten con menos de 100 empadronados, y 2.652
no llegan a 501 empadronados.
Municipios que pierden población en España en el siglo XXI. Fuente: Ministerio de Política Territorial
Cómodos porque no queremos trabajar la tierra, aunque “ciudad” pueda ser sinónimo de pobreza, de precariedad, de hostilidad, de personas ancianas que mueren solas, de insostenibilidad, de atascos, de estrés, de contaminación… pero “ser urbano, mola”. Vivir en pueblos es de “paletos”, dicen, mientras la gente rural sonríe ante el “cosmopaletismo” de ciertos urbanitas. Todo el mundo quiere televisión por cable, aire acondicionado, un coche, el último teléfono, la última consola… Algunos incluso quieren hacer “lo que les dé la gana” sin pensar en las consecuencias, que para eso son más listos, más guapos, más “políticamente incorrectos” y “más mejores” que nadie (o eso creen ellos…,). Se ha visto con la cantidad de detenciones y multas impuestas durante el Estado de Alarma. Detenciones de gente que se jactaba de saltarse los controles para irse al pueblo o la playa... Una parte de la sociedad ha alcanzado tal nivel de degradación como especie que ya hay seres deleznables (COVID-iotas, creo que los han llamado) a los que la Comunidad, o el resto de la gente les importa poco. Hasta ese punto llega la inconsciencia. No son conscientes de que sus actos pueden afectar también a la gente que quieren… aunque igual es que no quieren a nadie. Y ese es otro problema grave. No querer.
Insolidarios
porque algunos países “ricos” no quieren jugar con algunos países “pobres”, porque
grupos de países pagan a otros para que les hagan el trabajo sucio y bloqueen
sus fronteras, porque los bancos son más importantes que las personas, porque
algunos roban sin importarles las consecuencias, porque algunos acumulan recursos
por encima de sus necesidades, y de las de sus hijos, a costa de los hijos de
los demás, y les da igual, porque algunos (generalmente los mismos que roban) socializan
las pérdidas, pero privatizan los beneficios (es el mercado, amigo…, pero sólo
cuando conviene) o porque a nadie parece importarle, de verdad, más allá del
postureo verde, lo único verdaderamente esencial y lo más importante para la
vida (nuestra vida), que es el aire, el agua, los alimentos, y las personas.
Irresponsables
porque hemos abandonado cerca del 60% del territorio, que muere de
despoblamiento, pero hemos arrasado y contaminado el otro 40% en lugar de
aprovechar todos los recursos que nos da el ecosistema de forma razonable, lógica,
sostenible. Porque hacemos nuestras ciudades sin pensar en los riesgos
sociales, naturales, o sanitarios. Vivir todos hacinados en grandes urbes es un
problema ante una crisis ¿no lo ven? O pegarnos al litoral, en primera línea de
playa… hasta que viene la Naturaleza a recordarnos con un temporal que no nos
pertenece. Sino que, aunque se nos haya olvidado, por mucho dinero, técnica o
ciencia que tengamos, nosotros somos parte de esa naturaleza y no podemos vivir
de espaldas a ella. Deslocalizamos toda la producción. No nos calentamos con renovables
(solar, biomasa…) y consumimos fósiles, no renovables (gas natural, gasóleo…),
no utilizamos madera ni otros productos agroforestales (renovables, en
contraposición a plásticos y otros materiales menos nobles), dejamos que miles
mueran de hambre y miseria, pero queremos frutas exóticas y comidas exquisitas,
aunque vengan de la otra parte del mundo sin importarnos nuestro sector
primario (agricultura, ganadería, aprovechamientos forestales…). Pero ¡si hasta
vamos a entrenar al gimnasio en coche! y si a esto, que ya es complejo per se,
le agregamos “la pandemia social” (el contagio que se produce en redes sociales
mientras los sanitarios trabajan duro cuidando a nuestros enfermos), y las
intrigas palaciegas de los intereses más o menos legítimos de cada cual,
tenemos un panorama ciertamente complicado, y si me apuran, preocupante.
¿De
cuántas pandemias antes de esta se había enterado usted? Sólo de algunas, y por
las noticias. Según datos de UNICEF, cerca de 1.000 niños y niñas mueren todos
los días a causa de enfermedades diarreicas asociadas con agua potable
contaminada, saneamiento deficiente o malas prácticas de higiene. En total, 748
millones de personas en todo el mundo siguen teniendo serios problemas para
acceder al agua. Pero eso no es importante. No son los nuestros ¿verdad?
Entonces, ¿qué más da? Lógicamente, sí son de los nuestros. Pero en nuestra
“normalidad” se nos olvidaba. A lo mejor ahora lo entendemos mejor… No
obstante, en toda amenaza hay intrínsecamente una oportunidad. De la necesidad
nace el ingenio. Y en las crisis, del mismo modo que el imbécil demuestra su
imbecilidad en todo su esplendor, la buena gente muestra su solidaridad, su generosidad,
su capacidad cívica, sus propuestas maravillosas, creativas, … ha sido
emocionante ver los miles de iniciativas grandes y pequeñas que demuestran todo
lo bueno de los que somos capaces. Desde las gentes de la Ciencia buscando
soluciones, los Servicios Públicos de Salud, dándolo todo, hasta la vida, hasta
las personas que le han llevado la compra a esos ancianos que lo tenían peor
para ir… esa es mi especie. Esa, tal vez, debería ser la nueva normalidad. Dijo
el filósofo y teólogo hondureño Rodríguez Maradiaga que “hace más ruido un árbol que cae, que un bosque que crece”.
¿Queremos la normalidad del árbol, o del bosque?
Aforismo del filósofo y teólogo hondureño Rodríguez
Maradiaga. Imagen: Dalmau – Rovira, F.
¿Queremos
una normalidad en la que unos pocos futbolistas privilegiados, niños ricos
malcriados, son aplaudidos, incluso tras delinquir y estafarnos a todos?
Futbolistas que simplemente, entretienen, mientras personas dedicadas a las
Ciencias, ambientales, de la salud, científicos y técnicos que simplemente,
hacen avanzar el conocimiento y nos permiten avanzar como sociedad, sobreviven,
mientras personas dedicadas a la agricultura, o a la ganadería, o a la gestión
forestal, que nos proveen de aire, agua y alimentos, mueren olvidados por esta
“normalidad” desnaturalizada… Esta nueva normalidad debería combatir sin tregua
la ignorancia y el desconocimiento, la desinformación, los bulos, los rumores, las
opiniones poco fundadas y las mentiras malintencionadas, porque nos hacen
vulnerables. De hecho, ciertas actitudes quiméricas y peligrosas deberían ser,
directamente, “anticonstitucionales”. Van contra la convivencia. Urge buscar vacuna para la amenaza de las
personas enfermas de odio desmedido, alentado por las mentiras
malintencionadas, el juego bruto, sucio, miserable, de líderes irresponsables,
de voceros mercenarios, y de unas redes sociales utilizadas de forma despiadada
y negligente. Y urge afrontar la amenaza de la ignorancia, que es el sustrato
del odio. Dijo Averroes, filósofo y médico andalusí de nuestro pasado ibérico
multicultural que "La ignorancia
lleva al miedo. El miedo lleva al odio, y el odio a la violencia. Esa es la
ecuación". Lo hemos visto muchas veces antes. Los nazis ya utilizaron
las noticias falsas instrumentalizando sus propios muertos con el bombardeo de
Dresden. Aunque Alemania había bombardeado de forma sistemática Inglaterra
provocando la muerte de más de 40.000 civiles, cuando los Aliados bombardearon
la ciudad, el Ministro de Propaganda nazi, famoso autor de la frase de que una
mentira repetida miles de veces acaba teniendo apariencia de verdad, filtró que
habían muerto más de 200.000 civiles (cuando no eran más de 25.000) a la prensa
neutral, manipulando los datos, y generando un cisma entre los aliados.
Los pimpollos actuales del nacional – populismo no han inventado nada, y se valen de las mismas tretas. Se aprovechan de la ignorancia para fabricar odio. Y ya sabemos cómo acaba. De ahí la importancia de enfrentarlos como lo que son, una enfermedad para la sociedad. Algunas personas maravillosas de la epidemiología, virología, medicina, … se desgañitan durante estos días explicando que las emergencias no avisan, intentando hacer pedagogía, explicando por qué estamos dónde estamos, el efecto que han tenido los recortes en Sanidad, (y en Educación) cuando nos decían que era un coste en lugar de entender que era una inversión… Personas que han puesto su salud, su conocimiento, adquirido con esfuerzo, estudio y experiencia, al servicio de la sociedad, para recibir de algunos a cambio un “esa es su opinión”, “yo no me fío”… cuando no insultos, mentiras o desaires diversos… Vean si no, la que les ha caído a Fernando Simón, médico, epidemiólogo y Director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad y a su equipo. Menuda papeleta. Dar la cara ante una sociedad cabreada, por algo que ha pillado al mundo desprevenido.
Y es que por mucha gente “sabia a posteriori” que haya, esta situación nos ha pillado a contrapié. Pero, ¿se han preguntado por qué? ¿Tendrá algo que ver el hacinamiento en grandes urbes insostenibles en términos sociales, económicos y ambientales? ¿la falta de prevención? ¿la prepotencia de una sociedad “avanzada”? ¿Tal vez haya influido en la percepción de caos en la gestión el “cuñadismo” y los bulos de Internet buscando intereses espurios? Seguro que han cometido errores. Como en todas las Emergencias. Y es que una situación así no se había producido nunca en las últimas décadas, pero ¿puede que ser que haber recortado en investigación, en sanidad (y en educación) no haya sido una buena idea al debilitar nuestro sistema de salud y la conciencia colectiva? ¿Puede tener algo que ver que en la normalidad previa el yo fuera infinitamente más importante que el nosotros? No lo sé. Tengo más preguntas que certezas. Y conste que no juzgo y que asumo, de antemano, que puedo estar equivocado. Solamente describo algunas observaciones, y me hago preguntas. No me malinterpreten. O sí, háganlo. Honestamente, con todo respeto, me da igual. No por nada, simplemente es que lo más probable es que no nos conozcamos jamás. Así que no pasa nada. Mi punto de vista es tan irrelevante como el suyo. Pero piense en las causas que acabo de exponer y si cree que puede haber algo de cierto en todo ello. Hay más. Y ahora, si no le importa, piense en consecuencias.
Imagen
de Toni Frissell de un niño abandonado que agarra a un animal de peluche entre
los escombros de 1945 Londres.
La guerra es la peor expresión de la condición humana en toda su crueldad, y desgraciadamente ha formado parte de la normalidad humana desde el inicio de los tiempos. De ahí la necesidad de combatir la ignorancia y el odio.
La guerra es la peor expresión de la condición humana en toda su crueldad, y desgraciadamente ha formado parte de la normalidad humana desde el inicio de los tiempos. De ahí la necesidad de combatir la ignorancia y el odio.
Los pimpollos actuales del nacional – populismo no han inventado nada, y se valen de las mismas tretas. Se aprovechan de la ignorancia para fabricar odio. Y ya sabemos cómo acaba. De ahí la importancia de enfrentarlos como lo que son, una enfermedad para la sociedad. Algunas personas maravillosas de la epidemiología, virología, medicina, … se desgañitan durante estos días explicando que las emergencias no avisan, intentando hacer pedagogía, explicando por qué estamos dónde estamos, el efecto que han tenido los recortes en Sanidad, (y en Educación) cuando nos decían que era un coste en lugar de entender que era una inversión… Personas que han puesto su salud, su conocimiento, adquirido con esfuerzo, estudio y experiencia, al servicio de la sociedad, para recibir de algunos a cambio un “esa es su opinión”, “yo no me fío”… cuando no insultos, mentiras o desaires diversos… Vean si no, la que les ha caído a Fernando Simón, médico, epidemiólogo y Director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad y a su equipo. Menuda papeleta. Dar la cara ante una sociedad cabreada, por algo que ha pillado al mundo desprevenido.
Y es que por mucha gente “sabia a posteriori” que haya, esta situación nos ha pillado a contrapié. Pero, ¿se han preguntado por qué? ¿Tendrá algo que ver el hacinamiento en grandes urbes insostenibles en términos sociales, económicos y ambientales? ¿la falta de prevención? ¿la prepotencia de una sociedad “avanzada”? ¿Tal vez haya influido en la percepción de caos en la gestión el “cuñadismo” y los bulos de Internet buscando intereses espurios? Seguro que han cometido errores. Como en todas las Emergencias. Y es que una situación así no se había producido nunca en las últimas décadas, pero ¿puede que ser que haber recortado en investigación, en sanidad (y en educación) no haya sido una buena idea al debilitar nuestro sistema de salud y la conciencia colectiva? ¿Puede tener algo que ver que en la normalidad previa el yo fuera infinitamente más importante que el nosotros? No lo sé. Tengo más preguntas que certezas. Y conste que no juzgo y que asumo, de antemano, que puedo estar equivocado. Solamente describo algunas observaciones, y me hago preguntas. No me malinterpreten. O sí, háganlo. Honestamente, con todo respeto, me da igual. No por nada, simplemente es que lo más probable es que no nos conozcamos jamás. Así que no pasa nada. Mi punto de vista es tan irrelevante como el suyo. Pero piense en las causas que acabo de exponer y si cree que puede haber algo de cierto en todo ello. Hay más. Y ahora, si no le importa, piense en consecuencias.
¿La
pandemia y la incapacidad para gestionarla mejor de todo el “primer mundo”
(mundo sólo hay uno)? ¿La falta de producción propia de materiales básicos? ¿La
falta de percepción de los riesgos a los que estamos expuestos? ¿el
individualismo? ¿La desnaturalización? La consecuencia más peligrosa,
seguramente. Tal vez, deberíamos entender que unas decisiones u otras, como
sociedad, no son buenas o malas. Sólo nos traerán unas consecuencias u otras. Y
al menos, deberíamos ser consecuentes. Si se producen consecuencias por
nuestros actos, no nos quejemos. Si no nos gustan las consecuencias,
modifiquemos nuestros actos. Si no lo hacemos, al menos, por coherencia, no nos
quejemos. ¿Qué hace usted para que las cosas no sean como son? Si la respuesta
tiene que ver con actividad en redes sociales, ya le contesto yo: seguramente, nada.
Tenemos exactamente lo que nos merecemos (como conjunto de individuos que viven
en una sociedad) porque somos de mucho opinar, pero de poco hacer. La realidad
se cambia con acciones en el mundo real. Mojándose, implicándose, haciendo
(Saber, es hacer). Alimentadas por redes si quieren, o aprovechando esa
herramienta. Genial. Pero no se previenen futuras pandemias con tweets o “whatsapps”.
Si se dedica poco dinero a ciencia, investigación y conocimiento se pierden oportunidades sociales, ambientales y competitividad económica. Fuente: INE + Eurostat
No se mejora el Sistema Público de Salud desde el sofá viendo series. Ah, y los cojones están muy lejos del cerebro. Que en estos días inciertos los amigos de la testiculina campan por doquier. Las opiniones y los “bargumentos”, no curan enfermedades. Las enfermedades se curan con inversión en prevención, en un sistema de salud fuerte, y con investigación dotada presupuestariamente, y de calidad. No con precariedad, ni discursos interesados. Con una sociedad formada e informada ¿Alguien piensa que si la salud no fuese negocio habría empresas interesadas en meter la zarpa? Cuando la salud es un producto, sólo accede a ella la gente con dinero. El resto, ya se apañará, ¿no? Miren a Estados Unidos… Ver el mundo a través de un “teléfono inteligente” (tan inteligente como la persona que lo maneja, seguramente) no cambia la realidad. Y la realidad es que cada persona tiene una parte de responsabilidad en la “normalidad”. Por acción o por omisión. Pero una normalidad, u otra, es la suma de los actos de todos y cada uno de nosotros. Tal vez, y digo tal vez porque no soy quien para decirle a nadie lo que tiene que hacer, deberíamos preguntarnos si queremos “volver a la normalidad” o queremos una normalidad mejor.
Todas las personas tenemos capacidad para cambiar cosas. A nuestra escala. Podemos escoger dónde comprar, dónde vivir, a quién votar, informarnos antes de hablar, cómo relacionarnos con los demás, ser responsables o no, ser solidarios o no, ser cómodos o no… Podemos ser recordados también por ser quién puso fin al Antropoceno, al reto demográfico, quien plantó cara al Cambio Climático... ¿Buenismo? Sí. Claro. Si usted prefiere el antónimo, allá usted.
Si se dedica poco dinero a ciencia, investigación y conocimiento se pierden oportunidades sociales, ambientales y competitividad económica. Fuente: INE + Eurostat
No se mejora el Sistema Público de Salud desde el sofá viendo series. Ah, y los cojones están muy lejos del cerebro. Que en estos días inciertos los amigos de la testiculina campan por doquier. Las opiniones y los “bargumentos”, no curan enfermedades. Las enfermedades se curan con inversión en prevención, en un sistema de salud fuerte, y con investigación dotada presupuestariamente, y de calidad. No con precariedad, ni discursos interesados. Con una sociedad formada e informada ¿Alguien piensa que si la salud no fuese negocio habría empresas interesadas en meter la zarpa? Cuando la salud es un producto, sólo accede a ella la gente con dinero. El resto, ya se apañará, ¿no? Miren a Estados Unidos… Ver el mundo a través de un “teléfono inteligente” (tan inteligente como la persona que lo maneja, seguramente) no cambia la realidad. Y la realidad es que cada persona tiene una parte de responsabilidad en la “normalidad”. Por acción o por omisión. Pero una normalidad, u otra, es la suma de los actos de todos y cada uno de nosotros. Tal vez, y digo tal vez porque no soy quien para decirle a nadie lo que tiene que hacer, deberíamos preguntarnos si queremos “volver a la normalidad” o queremos una normalidad mejor.
Todas las personas tenemos capacidad para cambiar cosas. A nuestra escala. Podemos escoger dónde comprar, dónde vivir, a quién votar, informarnos antes de hablar, cómo relacionarnos con los demás, ser responsables o no, ser solidarios o no, ser cómodos o no… Podemos ser recordados también por ser quién puso fin al Antropoceno, al reto demográfico, quien plantó cara al Cambio Climático... ¿Buenismo? Sí. Claro. Si usted prefiere el antónimo, allá usted.
Dijo Martin Luther King hijo que “… el progreso humano no es ni automático, ni inevitable…”. La normalidad tampoco.
¿De verdad queremos volver a la normalidad anterior?
Aplaudo de la primera a la última linea, me alegro haber elegido hace cinco años ser "paleto"......
ResponEliminaGracias Juanma =) Espero volver a visitaros pronto. ¡Un fuerte abrazo y mucho ánimo!
ResponEliminaMuy buen explicado y narrado, es la cruda realidad, y sin duda estamos en el periodo dominado por los débiles, significa que los tiempos duros están por llegar. Esta ecuación no falla "Los tiempos dificiles forjan hombres fuertes, los hombres fuertes crean buenos tiempos, los buenos tiempos crean hombres debiles, los hombres debiles crean tiempos dificiles."
ResponEliminaGRACIAS POR SU ANÁLISIS, OJALÁ LO LEYERA , ANALIZARÁ,ENTENDIERA LA HUMANIDAD A VER SÍ VEMOS UN FUTURO MEJOR PARA NUESTROS DECENDIENTES
ResponElimina